En un artículo reciente publicado en The Lancet Diabetes & Endocrinology, una Comisión Internacional propone redefinir la obesidad clínica, para mejorar el diagnóstico y tratamiento de esta enfermedad.
La definición y manejo de la obesidad han sido objeto de debate durante años, especialmente en relación con las limitaciones del índice de masa corporal (IMC) como único criterio de evaluación. Tradicionalmente, el IMC ha sido utilizado para definir la obesidad, pero este enfoque puede tanto subestimar como sobreestimar la adiposidad en algunos individuos, lo que puede llevar a decisiones de atención inadecuadas. En respuesta a estas limitaciones, una Comisión Internacional ha propuesto un enfoque más integral para definir y diagnosticar la obesidad clínica, basado no solo en el IMC, sino también en la evaluación de la función de los órganos y tejidos afectados por el exceso de adiposidad.
La obesidad clínica se define como una enfermedad crónica y sistémica, caracterizada por alteraciones en la función de órganos, tejidos o del cuerpo en su conjunto, como consecuencia de un exceso de adiposidad. Estas alteraciones pueden llevar a complicaciones graves que ponen en peligro la vida, como a infarto del miocardio, accidente cerebrovascular e insuficiencia renal. En contraste, la obesidad preclínica se refiere a un estado de exceso de adiposidad con una función orgánica preservada, aunque con riesgo elevado de progresión hacia la obesidad clínica y otras enfermedades no transmisibles, como diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer.
La Comisión enfatiza la importancia de diferenciar entre obesidad preclínica y clínica para la toma de decisiones tanto clínicas como de salud pública. La obesidad preclínica representa una ventana de oportunidad para la intervención temprana, con el objetivo de prevenir la progresión a la obesidad clínica y sus complicaciones asociadas. Los pacientes con obesidad preclínica deben recibir consejería basada en la evidencia, seguimiento regular y, cuando sea necesario, intervenciones para reducir el riesgo de desarrollar obesidad clínica.
Uno de los principales puntos de la Comisión es que el IMC no debe ser considerado un marcador individual de salud, sino una herramienta de cribado a nivel poblacional. Para la confirmación del exceso de adiposidad en un paciente, se recomienda el uso de medidas más directas, como la medición de grasa corporal mediante absorciometría de rayos X de energía dual (DEXA) o bioimpedancia, o al menos un criterio antropométrico adicional, como el perímetro de cintura, la relación cintura-cadera o la relación cintura-altura. Estos métodos deben ser validados y ajustados según la edad, el género y la etnia del individuo. En personas con un IMC superior a 40 kg/m², se puede asumir que existe exceso de adiposidad sin necesidad de confirmación adicional.
El diagnóstico de obesidad clínica requiere la confirmación de obesidad mediante criterios antropométricos o medición directa de grasa corporal, junto con evidencia de disfunción orgánica o tisular relacionada con la obesidad. Esta disfunción puede manifestarse en forma de signos, síntomas o pruebas diagnósticas que demuestren anormalidades en uno o más sistemas de órganos. Alternativamente, el diagnóstico también puede basarse en limitaciones significativas de las actividades diarias básicas, como la movilidad, el aseo personal y la alimentación, debido al impacto específico de la obesidad.
El tratamiento de la obesidad clínica debe basarse en evidencia científica, con el objetivo de mejorar o, cuando sea posible, lograr la remisión de las manifestaciones clínicas de la enfermedad. La remisión se define como la resolución parcial o completa de la disfunción orgánica asociada con la obesidad, aunque esto no implica una cura permanente. Las intervenciones pueden incluir modificaciones en el estilo de vida, tratamiento farmacológico, apoyo psicológico o cirugía, según el riesgo individual y las probabilidades de mejorar la calidad de vida y reducir el riesgo de progresión de la enfermedad.
Es esencial abordar los sesgos y el estigma asociados con el peso, que representan un obstáculo significativo en la prevención y tratamiento eficaces de la obesidad. Tanto los profesionales de la salud como los responsables de las políticas públicas deben recibir capacitación adecuada para mitigar el impacto de estos prejuicios. Además, las estrategias de salud pública deben estar basadas en la evidencia científica actual y evitar culpar exclusivamente a la responsabilidad individual en el desarrollo de la obesidad.
Finalmente, la Comisión hace un llamado a garantizar el acceso equitativo a tratamientos basados en la evidencia para las personas con obesidad clínica, reconociendo esta condición como una enfermedad crónica que requiere atención continua y multidisciplinaria.
Fuente:
- Rubino, Francesco et al. Definition and diagnostic criteria of clinical obesity. The Lancet Diabetes & Endocrinology, 2025 Jan 9:S2213-8587(24)00316-4.